El quichua es una ventana a nuestra cotidianeidad y a otra forma de ver el mundo
El quichua (o quechua) está todos los días a nuestro alrededor, pero ha quedado camuflado entre tanto español que hay por la zona.
Por ejemplo, nos invitamos a tomar unos mates; los domingos vamos a la cancha; nos miramos el pupo; en invierno, cuando nos da chucho, nos tapamos con un poncho y en verano, usamos ojotas. Bailamos folklore vestidos de gauchos y chinas.
Si escuchamos alguna chacarera o huayno por la radio, puede estar cantado en quichua. Si vamos a la verdulería, nos tentamos con algunas papitas, ancos, porotos o choclos. Y ojalá el verdulero nos de una yapa.
Si estamos por el norte del país la gente nos va a ir preguntando ‘¿te hace frío?’ o ‘¿qué haciendo te has lastimado?’. Y si seguimos andando, vamos a ver lugares como Tucumán o Chaco y muchos ríos llamados ‘algomayu’ u hospedajos llamados ‘algowasi’.
Por suerte, el quichua no quedó solamente desparramado en palabras cotidianas del español y hoy es hablado en muchísimos lugares, llegando a ser lengua cooficial y de enseñanza en algunos países (lo hablan unas 8 millones de personas en toda Sudamérica, en 7 países de Latinoamérica y en Argentina, otras 160.000).
Como aprender un idioma es la puerta a la visión del mundo que crea esa lengua, si aprendemos quechua entenderemos al espacio y el tiempo como una sola cosa: pacha y pensaremos en un tiempo cíclico con un futuro, ñawpaq, desconocido que está a nuestras espaldas y un pasado,ñawqeq, ante los ojos. Si queremos correr muy rápido pensaremos en ‘andar como el viento’ o wayrakachay.
En el curso del Laboratorio de Idiomas aprendemos a pensar y comunicarnos en quichua: nos presentamos, saludamos, hacemos pedidos, cantamos canciones, describimos lo que vemos y contamos historias.
Te proponemos aprender este idioma tan vigente, que es una ventana a nuestra propia identidad e historia y a otra forma de pensar el mundo.
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